Los mediadores del pacto entre Israel y Hamás se enfrentan a la tarea de conseguir que los obstáculos que han ido salvando ―incluso in extremis― desde su inicio impidan este lunes que se prorrogue. Desde su inicio, el viernes, las acusaciones mutuas de incumplimiento y algunos episodios aislados no han dado al traste con el pacto: cuatro días de tregua en los que Hamás está entregando de forma paulatina a 50 rehenes israelíes cautivos en Gaza, mientras que Israel está excarcelando a 150 presos palestinos y permitiendo que entre más ayuda humanitaria desde Egipto. Entre los incidentes que lo han puesto en cuestión está la muerte el sábado de un agricultor gazatí por fuego israelí (la primera durante el alto el fuego), los disparos contra palestinos que trataban de regresar a sus casas en el norte de la Franja o el lanzamiento de un cohete desde Gaza 15 minutos después de comenzar la tregua. Pero no es lo mismo desbloquear un canje de rehenes y presos ya en marcha ―como el que un frenesí diplomático de contactos en tres continentes resolvió el sábado― que acordar una prórroga cerrando los flecos que han ido surgiendo. El acuerdo expira a primera hora de la mañana del martes y está diseñado para durar hasta cinco días más, si ambas partes siguen cumpliendo sus obligaciones. Luego, como ha dejado claro Israel, seguirá la guerra.
Uno de los elementos de discordia está siendo la entrada de ayuda humanitaria. Desde el 7 de octubre, con el inicio de la guerra a raíz del ataque de Hamás, Israel puso Gaza bajo bloqueo completo: ni agua, ni electricidad, ni combustible. Más tarde, aceptó permitir la entrada de una cantidad mínima de ayuda humanitaria a través de Egipto, y solo para el sur de Gaza, donde se concentra casi toda la población (un 80% de los 2,3 millones de gazatíes están desplazados a la fuerza, según datos de la ONU). El pacto ha aumentado la cantidad a 200 camiones diarios (el triple que la jornada previa) y la ha extendido a toda la Franja, aunque siguen entrando 300 camiones diarios menos que antes del 7 de octubre.
El viernes, primer día de acuerdo, 200 vehículos llegaron al cruce fronterizo de Rafah, pero solo fueron descargados 137 por cuestiones logísticas, según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA, por sus siglas en inglés). Al día siguiente, fueron 187. Cada uno de esos días ingresaron también 129.000 litros de combustible (necesario para que funcionen hospitales, desalinizadoras y el sistema de tratamiento de aguas) y cuatro camiones de gas para cocinar, según la OCHA.
El sábado, Hamás paralizó la entrega de los rehenes ya en curso, acusando a Israel de incumplir el pacto en torno a la ayuda humanitaria. Su portavoz, Osama Hamdan, indicó que solo 65 camiones (con comida, agua, medicamentos y tiendas de campaña, pero sin combustible) habían llegado al norte, la zona prácticamente reducida a escombros que el ejército israelí ordenó evacuar y en la que ha centrado su invasión terrestre. “Es menos de la mitad de lo acordado”, señaló Hamdan. Israel lo interpretó como una mera estrategia de guerra psicológica para explotar la importancia que concede el país al regreso de los rehenes. Qatar y Egipto, los dos principales mediadores, tuvieron que intervenir de urgencia, mientras una fuente oficial israelí amenazaba desde el anonimato con retomar los bombardeos de Gaza si los secuestrados no pisaban el suelo de su país antes de medianoche.
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El domingo, la Media Luna Roja Palestina informó en X, la red social antes conocida como Twitter, de que, por vez primera, 50 camiones egipcios habían ido directamente desde el cruce de Rafah hacia el norte de Gaza, incluida la capital, atravesando un puesto militar de control que mantienen las tropas israelíes.
Ese cruce también ha permitido el regreso a Gaza de quienes se quedaron varados en Egipto por el inicio de la guerra, el 7 de octubre, y querían reunirse con sus familias, pese al escenario bélico. El Cairo lo permitió por primera vez el viernes. El alto el fuego ha facilitado asimismo el traslado de enfermos a hospitales del sur de Gaza desde el norte, donde prácticamente todos están inactivos por una mezcla de falta de medios y de redadas y bombardeos israelíes. El director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, informó de la evacuación el viernes de 22 pacientes ―con heridas de bala, amputaciones y quemaduras― desde el centro médico Al Ahli al Europeo, en la ciudad meridional de Jan Yunis, que ya atiende al doble de enfermos de su capacidad.
Listados
Otro elemento de discordia están siendo los listados. Israel acusa a Hamás de haber incumplido un acuerdo por el que las familias no serían separadas, ya que las liberaciones son solo de mujeres y menores de edad. En el sentido opuesto, Qatar tuvo que escuchar el sábado las quejas del movimiento islamista porque no se estaba aplicando el principio acordado de excarcelar primero a los presos que más llevan entre rejas. “Igual que Hamás decide a quién liberar de la lista en cada fase, nosotros decidimos qué presos de seguridad palestinos liberar”, justificaba una fuente oficial israelí al canal 12 de la televisión.
Prueba de la preocupación es el carrusel de llamadas y visitas. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, llamó el domingo al ministro de Exteriores de Egipto, Sameh Shoukry, quien le subrayó la “necesidad de hacer todos los esfuerzos” para la aplicación de la parte del acuerdo relativa a la ayuda humanitaria, según un comunicado de la diplomacia egipcia. El sábado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ya telefoneó al emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, para desbloquear la situación. El emirato ―donde reside parte del liderazgo de Hamás y que financia desde hace años al movimiento con el visto bueno de Israel— ha enviado la primera delegación de otro país a Gaza desde el 7 de octubre. La encabeza su ministra de Cooperación Estatal, Lolwah Al Jater.
Hay también un elefante en la habitación: las visitas a los rehenes por parte de la Cruz Roja, una demanda que atrae cada vez más manifestantes en Israel. El miércoles, en una rueda de prensa, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, leyó a los periodistas el apartado del acuerdo que recoge el compromiso, para apuntarse el tanto. En realidad, es papel mojado. La Cruz Roja solo puede hacerlo con acuerdo entre las partes. Y, por muchas garantías que reciba, Hamás difícilmente aceptará dar la más mínima pista sobre dónde mantiene desperdigados a los rehenes, con Gaza controlada desde el cielo por drones de vigilancia israelíes y miles de soldados en su interior.
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