‘El camerino’: el gozo de ver a músicos disfrutando con La Banda de Late Motiv | Televisión

Cuando terminó Late Motiv, el programa nocturno de Andreu Buenafuente, hace ahora un par de años, muchos temimos también que se disolviera la banda del programa, que no tenía nombre, pero brillaba en todo tipo de contextos: al principio y al final, siguiendo los chistes del presentador, durante las pausas o acompañando con solvencia a los artistas invitados, fueran quienes fueran.

El camerino es la reaparición por la puerta grande de La Banda de Late Motiv, cuyo nombre ya escribimos en mayúsculas. Es un formato irresistible para los amantes de la música, nacido de una sección en Late Motiv, y que ahora produce el propio Buenafuente para Movistar+, la única plataforma capaz de apostar por algo así hoy. Pablo Novoa y Litus, al frente del grupo, comparten un bonito local de ensayo con tres músicos invitados en cada capítulo. Allí improvisan, todos juntos, versiones de canciones, suyas o de otros, y alguna será inesperada; allí charlan sin que parezcan atenerse a un guion; por allí entran y salen los demás miembros de la banda según son requeridos. Solo al final se subirán al escenario para interpretar un clásico del último siglo de música popular en España.

Cada trío de invitados responde a ciertas afinidades estilísticas, aunque con personalidades muy propias, y a menudo pertenecen a distintas generaciones. Una sesión muy folk reunió a Rozalén con las Tanxugueiras y con la cantautora vasca Izaro. La entrega quizás más heterogénea unió a Vanesa Martín con Dani Fernández y el rapero Rayden. Sin venir del mismo sitio, se dio la química. Fue sensacional la fiesta flamenca y rumbera con José Mercé, La Húngara y el Canijo de Jerez, que cantaron y palmearon Volando voy, Mami Blue o, siempre cae una sorpresa, Tú me dejaste de querer, de C. Tangana. Se notaba que todos idolatran a Mercé: ha dado motivos para ello en su más de medio siglo de carrera.

Otra de las sesiones congregó a tres mitos del rock español cuya complicidad saltaba a la vista: Jorge Martínez de Ilegales, Miguel Costas de Siniestro Total y Josele Santiago de Los Enemigos. Tan divertidos en sus interpretaciones como compartiendo confidencias. Josele les confesaba a sus dos compañeros que nunca hizo dinero como ellos, porque su banda se quedó en tierra de nadie entre la Movida y el indie. Es todo un personaje Jorge Ilegal, siempre lo fue, con esa fachada de tipo duro, ese humor sarcástico y esa sensibilidad que disimula: aquí se metió con las letras de Serrat, lo que es casi blasfemia, para descolocar a todos después con una versión de Joan Baptista Humet. Pero Costas, el más callado y discreto, fue el que más emocionó con Miña terra galega y Bailaré sobre tu tumba.

El penúltimo capítulo (queda otro) logró que sonara pletórico el encaje de tres voces de mujer: la inconfundible de Luz Casal (hasta cuando solo habla), la dulce de Anni B. Sweet (como su apellido) y la poderosa de la joven flamenca María José Llergo. No esperábamos que salieran por coplas pero lo hicieron. Y acabaron con una bella versión de un himno del rock con raíces andaluzas: Todo tiene su fin, de los Módulos.

Resulta muy creíble la sensación de caos, de espontaneidad, de que cualquier cosa es posible, de que se lo están pasando bien. No han ensayado mucho, queda claro: a menudo se dicen el acorde antes de empezar. Un poquito de imperfección, en este contexto, aporta más que resta. Ver a músicos disfrutando se convierte en un gozo para el espectador. Lástima que sea algo que escasea en la televisión de hoy. Menos aquí.

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By Gladis Covas Pulido

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