El presidente de la República de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, acaba de disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas para el 10 de marzo de 2024, poniendo fin al Gobierno socialista de António Costa, que contaba con una sólida mayoría parlamentaria. En 24 horas, una investigación judicial forzó la dimisión de un primer ministro tras una carrera política llena de éxitos y un Gobierno del Partido Socialista (PS) que era la envidia de la familia socialista europea, por no hablar del equilibrio que había lograd en las finanzas públicas.
A diferencia de la democracia española, la portuguesa es semipresidencialista. En una situación como la actual —un primer ministro que dimite por ser objeto de una investigación policial—, el presidente tiene varias opciones. Si lo hubiera deseado, habría podido mantener a los socialistas en el poder con un nuevo Gobierno, ya que estos tenían mayoría en el Parlamento. No ha sido así y los socialistas se enfrentan a un gran desafío. A pesar de todo, Rebelo de Sousa dará tiempo al partido para reorganizarse y encontrar un nuevo liderazgo, al igual que hizo en las elecciones de 2022 con el partido de centroderecha, el PSD.
El gran desafío para el PS será la contaminación política por la corrupción, que ha tardado varios años en eliminarse. Carga con la herencia del ex primer ministro socialista José Sócrates, que en 2014 fue encarcelado acusado de corrupción y que, casi 10 años después, sigue esperando una decisión judicial. La derecha, y especialmente la derecha radical del partido Chega, repetirá el tema hasta la saciedad de aquí a las elecciones.
Sin embargo, en el caso de Portugal, en las elecciones de marzo de 2024, la cuestión central será quién tiene más escaños parlamentarios, si la derecha o la izquierda. No fue así hasta 2015, pero cuando el PS se alió con la izquierda radical y los comunistas para gobernar, tras haber perdido las elecciones, todo cambió. Por eso, aunque la izquierda radical del Bloco y el centroderecha del PSD han abierto la caza del voto socialista, este será el elemento determinante.
El PS entrará rápidamente en primarias para elegir un nuevo líder. Si el exministro de Infraestructuras Pedro Nuno Santos se presenta y gana la batalla, los socialistas podrán resistir el desafío. Nuno Santos abandonó el Gobierno socialista hace casi dos años y fue un detractor de Costa. Asociado a sectores del partido que favorecen alianzas con los dos partidos a su izquierda, Nuno Santos podría afrontar el reto.
En la derecha, el panorama es complejo. Como de costumbre, el PSD dice que no pactará con la derecha radical populista, pero lo intentará si el bloque conservador obtiene la mayoría parlamentaria. Tras ocho años de Gobierno socialista, que ha tumbado la asociación que una parte importante del electorado tenía entre partidos de izquierda y el despilfarro que llevó a la quiebra del Estado durante la crisis del euro de la década pasada, la derecha más díscola hará todo lo posible por reducir al PS a una oposición prolongada.
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Las elecciones en Portugal son normalmente menos polarizadas que en España. Pero las del 10 de marzo serán duras y requerirán gobiernos de coalición, bien a derecha o a izquierda. ¿Quedarán los dos principales partidos en el poder desde la consolidación de la democracia reducidos a escombros por las fuerzas más radicales de izquierda y especialmente de derecha? No creo. Pero el panorama aparece muy enfrentado.
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