La respuesta es sí. Es cierto, como pareces sugerir en tu pregunta, que los estudios que más se conocen en los últimos siglos se refieren principalmente a la extinción de animales, lo que se conoce como la sexta extinción. Añadiría que tampoco en todos los animales completamente, sino que los estudios están más centrados en vertebrados, y de ellos en los grandes grupos: mamíferos y aves. Lo que se conoce bien en esos grupos es la relación entre la extinción basal, que sería la extinción natural que tienen los organismos en su relación con el medio ambiente, y la tasa de extinción que se calcula para los últimos dos siglos y que es lo que ha llevado a que se hable de esta sexta gran extinción.
Para poner un ejemplo, se piensa que la extinción basal en mamíferos está en un evento de extinción por millón de especies por año, que es cómo se mide. El resultado de eso sería que una de cada mil especies (0,001) se extinguiría cada siglo. Y ahora, según las listas de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN), se sitúa en 1,8 especies por año, lo que quiere decir que unas 180 especies se extinguirían en cien años. Pero además se piensa que esa cifra está sesgada porque se refiere a los últimos cinco siglos. Si lo que miramos son solo los últimos 200 años, se calcula que estamos en 390 especies extintas cada siglo. Por esas estimas es por lo que se habla de la sexta extinción, porque la tasa basal se ha multiplicado por cuarenta.
No existe nada parecido a este nivel de precisión en plantas porque sus extinciones están peor documentadas por la UCIN. Sin embargo, se conoce mejor la extinción que existe en determinados ecosistemas y determinados países gracias a los informes de conservación. El Real Jardín Botánico de Kew (Reino Unido), conocido normalmente como Kew Gardens, hace cada año el informe State of the World’s Plants and Fungi (Situación de las plantas y los hongos en el mundo, en su traducción al español). El último ha sido el más demoledor porque hace una correlación entre el año de descripción de una especie de planta y su situación en las listas de la UICN. Lo que se ha visto es que sí existe esa correlación, cuanto más reciente es la descripción de una especie, mayor es la situación de amenaza. Por ejemplo, el 77% de las especies que se describieron en el año 2020 (tres de cada cuatro especies) están amenazadas y además en grados altos de amenaza. Es más, se calcula que un porcentaje significativo de especies de plantas conservadas por un solo ejemplar en nuestros herbarios y aun sin describir, corresponden a especies ya extintas.
El número total de especies descritas representa algo más del 10% del total de especies que se calcula que existen. Conocemos 1,9 millones de especies y se calcula que las que existen en realidad son unos 8,7 millones. El grado de amenaza encontrado en plantas nos indica que de ese 90% que queda por descubrir es muy probable que un mínimo del 77% está ya amenazada.
Que se extingan plantas a esa velocidad es muy grave. Las plantas son los “ladrillos” de los ecosistemas, son los productores primarios, y, por tanto, se encuentran en la base de la pirámide trófica de un ecosistema. En el caso de especies de plantas dominantes en un ecosistema, como las palmeras en los bosques tropicales o las gramíneas en las praderas, su desaparición provocaría el derrumbe de estos ecosistemas. África es un ejemplo donde la deforestación y el cambio climático están destruyendo los ecosistemas: se calcula que el 45% de sus especies se extinguirán para el 2085, y hasta el 97% verán reducido su rango de distribución. En el Real Jardín Botánico (CSIC) trabajamos en un proyecto sobre la familia de las euforbiáceas, que incluyen la flor de Pascua y son especialmente ricas en bosques tropicales en todo el mundo. Curiosamente, en África, aunque existen muchos géneros de euforbiáceas, muchos de ellos tienen muy pocas especies, una o dos. Estudiando la evolución de estos géneros con secuencias de ADN, hemos visto que se originaron hace millones de años, cuando el continente tenía un clima más húmedo. Lo que pensamos es que eran más diversos en el pasado y que el cambio climático, la agricultura y la deforestación los ha diezmado. La extinción completa de estos géneros supondría la desaparición de líneas evolutivas únicas, con rasgos morfológicos, fisiológicos y genéticos singulares que se perderían para la ciencia. Y creo que esta es una confirmación del desolador panorama que muestra el informe de Kew Gardens.
Isabel Sanmartín es investigadora científica y vicedirectora de Investigación y Documentación en el Real Jardín Botánico (CSIC)
Pregunta enviada vía email por Paula García
Coordinación y redacción: Victoria Toro
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