La tregua durará un día más, hasta la mañana del viernes, cuando se cumple una semana de alto el fuego. Tras horas y horas de negociaciones y cuando la amenaza para retomar los bombardeos alcanzaba a su hora con el fin del acuerdo pactado, Israel y Hamás anunciaron a primera hora de la mañana del jueves (en torno a las seis de la mañana, hora de la España peninsular) que ampliaban 24 horas más el alto el fuego. Se trata de la segunda vez que se consigue extender el cese de hostilidades, que en un primer momento fue de cuatro días (de viernes a lunes), al que se añadieron dos jornadas más (martes y miércoles). La última noche arrancó en medio del esfuerzo de los países negociadores con Qatar como principal escenario donde limar las diferencias entre los principales actores de la guerra que se libra desde el pasado 7 de octubre.
El anuncio coincide con un repunte de la violencia del ejército israelí en Cisjordania, que lleva a cabo una incursión en el campo de refugiados de Tulkarem. En Jerusalén, un ataque con armas de fuego junto a una parada de autobús ha dejado, al menos, cuatro muertos, dos mujeres y dos atacantes, según los servicios de emergencia.
El ejército israelí señaló esta mañana en un comunicado: “A la luz de los esfuerzos de los mediadores para continuar el proceso de liberación de los rehenes y de acuerdo a los términos de lo acordado, la pausa operativa continuará”. Eso permitirá liberar a lo largo del jueves a ocho rehenes más, todos mujeres y menores, de los que se encuentran en manos de los yihadistas.
Los obstáculos, sin embargo, habían aflorado a lo largo de la noche según se avanzaba hacia la hora del toque de campana que daba paso a la posibilidad de nuevos ataques. El movimiento fundamentalista había anunciado que Israel se negó a aceptar otros siete rehenes, mujeres y niños, junto a los tres cadáveres de sus ciudadanos —también mujeres y niños de una misma familia que el miércoles dio por muertos—, según el diario israelí Haaretz. Ese era su ofrecimiento como garantía para ese día añadido.
La jornada lograda permitirá un nuevo canje de rehenes por prisioneros y dará unas horas más de respiro a los habitantes de Gaza. Así, el temor que muchos de ellos definían en redes sociales como una “pesadilla” ha quedado, si no disipado, al menos pospuesto, con el anuncio del nuevo compromiso. Los términos del acuerdo son similares a los que han estado en vigor estos seis días y sus puntos principales siguen siendo, además del cese de los bombardeos, la liberación de rehenes en manos de Hamás y de otros grupos en Gaza a cambio de la excarcelación de presos palestinos y la entrada de ayuda humanitaria en la Franja. Con la entrega de la sexta tanda de 16 secuestrados este miércoles a Israel —10 israelíes, cuatro tailandeses y dos rusas— quedan 145 rehenes en el territorio palestino, de los que 11 son extranjeros y el resto israelíes.
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El canje de rehenes por prisioneros incluía inicialmente solo a mujeres y niños por ambas partes y un buen número de ellos —75— ya han sido liberados desde el pasado viernes, al igual que varones extranjeros cuya liberación se ha producido fuera del canje entre Hamás e Israel. El Gobierno israelí condiciona el cese de los combates a que cada día le sean entregados 10 nuevos rehenes, por lo que, en los últimos días, se habían hecho cábalas sobre si quedaban suficientes cautivos de esas dos categorías para extender la tregua. Un funcionario israelí anónimo implicado en el proceso de negociación declaró este miércoles a la agencia Reuters que Israel creía que había suficientes mujeres y niños entre los cautivos israelíes “para al menos dos días más, potencialmente tres días” de tregua, lo que despejó una de las principales incógnitas que pesaban sobre una nueva prórroga.
Durante toda la jornada del miércoles, los medios de comunicación tanto israelíes como internacionales y de los países mediadores entre los bandos de esta guerra —Estados Unidos, Qatar y Egipto— habían dado cuenta de la disposición de las partes a ampliar el acuerdo, pero sin que hubiera confirmación oficial.
Mientras, los países mediadores multiplicaron los contactos con ambos bandos. El jefe de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, William Burns —director de la CIA— se reunió el miércoles en Doha con David Barnea, responsable del Mosad israelí, para tratar de comprender cuáles eran las condiciones que ponía Israel para esa nueva prórroga y si existía la posibilidad de que esta se extendiera algo más de dos días. En una rueda de prensa celebrada el miércoles en Bruselas, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken declaró el que su país se centraría en “hacer lo posible para prolongar la pausa”. Blinken viajó de madrugada a Israel, por cuarta vez desde que empezó la guerra.
Entre esas condiciones, se discutía precisamente la posibilidad de que se exigiera a Hamás que empezara a entregar rehenes varones israelíes y a militares de ambos sexos. El diario estadounidense The Wall Street Journal citaba a un alto funcionario israelí diciendo que su país estaba “abierto a una nueva ronda de negociaciones sobre los hombres y soldados detenidos por Hamás una vez que todos los niños y mujeres sean liberados”. Esta fuente afirmó: “La tregua actual puede prolongarse más allá de esta semana”.
La belicosidad del ala más ultraderechista
Al mismo tiempo que seguía negociando la extensión de la tregua, el Gobierno israelí continuó insistiendo en su propósito de continuar con su ofensiva contra Gaza, donde el ejército ya ha matado a casi 15.000 gazatíes, según el Ministerio de Sanidad de la Franja.
El portavoz del Gobierno israelí, Eylon Levy, aseguró este miércoles que su país continuaría “aumentando la presión militar para que Hamás libere a más rehenes en Gaza”. Reafirmaba así el argumento oficial israelí que soslaya el peligro que representan también para los secuestrados los bombardeos en la Franja. Al contrario, la narrativa israelí asegura que seguir con la guerra llevará a Hamás a liberar a más secuestrados. Este argumentario oficial describe además la tregua como “una pausa operacional” que permitirá preparar mejor las siguientes fases de un conflicto al que el Gobierno de Benjamín Netanyahu difícilmente puede renunciar.
El primer ministro se enfrenta, por un lado, a la presión de honrar su promesa de “acabar con Hamás” y la belicosidad del ala más ultraderechista de su coalición de Gobierno y, por otro, a la de los familiares de los rehenes, que le exigen que todos ellos sean devueltos. Su principal adalid, Estados Unidos, ha mostrado su oposición a que Israel extienda su ofensiva terrestre al sur de la Franja, donde se refugian ahora la mayor parte de los 2,3 millones de gazatíes, y ha reiterado que Israel debe permitir la entrada de más ayuda humanitaria, sin dejar por ello de ofrecer a ese país un apoyo férreo y de respaldar su tesis de que detener la guerra ahora beneficiaría a Hamás.
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